4/1/18
Viviendo con la epilepsia [4-1-18]
Viviendo con la epilepsia
Las crisis pueden ser visuales O auditivas, y no siempre existen convulsiones.
Carmen Vélez no nació en hospital ni en clínica. La mamá fue asistida por una partera en algún barrio seco y polvoso de Portoviejo (Manabí) hace 33 años. Carmen no lloró al nacer, padeció falta de oxígeno (hipoxia neonatal), la causa más común por la que se produce la epilepsia.
“El 90 por ciento de los pacientes que sufren de epilepsia padecieron de hipoxia neonatal. El otro 10% son pacientes con traumatismos de cráneo, meningitis, malformaciones cerebrales y tumores”, manifiesta el neurocirujano Jimmy Hurtado.
Vélez pertenece a ese 90% de pacientes a los que el doctor Hurtado se refiere. La primera vez que surgieron los síntomas ella tenía 11 años. Lo que le sucedía en un principio, es algo que el doctor Hurtado califica como crisis de ausencia. “Donde el niño puede quedarse de 4 a 30 segundos como desconectado. Está despierto pero no está consciente, no existe, es una epilepsia sin convulsión”, manifiesta Hurtado. Generalmente no pueden detectarse a no ser que el niño esté realizando alguna actividad y alguien (maestro, padre, o compañero) esté muy cerca de él, como para comprobar su estado.
ENFERMEDAD. La epilepsia es producida por la irritación de un grupo de neuronas, que generan una corriente eléctrica disociada que altera la conciencia y la motricidad, produciendo crisis, contracción y relajación de los músculos de forma alternativa.
Encierra varias crisis, la ya mencionada crisis de ausencia, crisis tónico clónica (la común, y que conlleva convulsiones y saliveo), crisis auditiva y crisis visuales. Vélez padece la crisis tónico clónica. Hace días atrás sufrió una en la calle mientras iba a la iglesia evangelista a la que asiste todas las tardes. Esto sucedió porque desde hace dos años Vélez dejó de tomar el medicamento que le recetaron para impedir las crisis. “Ya no las tomo porque no servían para nada. Yo soy evangélica y creo en la santísima trinidad, oro todos los días, Dios me ha asegurado que ya no padezco esa enfermedad”, afirma.
Antes tomaba una tableta de Tegretol (medicamento para la epilepsia), en la mañana y otra en la noche porque las crisis eran continuas, dejó de tomarlas porque le producía angustia, además, cree que no van con lo que Dios quiere para ella. “Gastaba 60 dólares al mes solo en pastillas”. Vélez vive con su hija de 10 años y un perro french poodle. Tiene su propia casa en la cooperativa Ciudad Nueva. Trabajaba de costurera pero desde hace algún tiempo no hace otra cosa que predicar la palabra de Dios. Viaja a El Carmen o recorre la ciudad. Su esposo vive en Valencia, España, desde hace algunos años, pero según cuenta, hace tres años no le envía nada. “Ahora está sin trabajo, antes trabajaba en el campo. Todo lo que necesito se lo pido a Dios y él me lo da”, indica.
MITOS. Ningún ataque convulsivo de epilepsia mata las neuronas. Ningún persona que esté padeciendo un ataque se puede morir ahogado con su lengua, a no ser que la muerda tan fuerte que la arranque y muera atragantado. Otro mito es creer que el paciente va a dejar de convulsionar si le jalan el “dedo del corazón”. Las crisis no pueden matar a un paciente, sin embargo depende de donde le dé la crisis, por ejemplo la puede sufrir mientras nada y entonces moriría ahogado.
Según el neurocirujano Jimmy Hurtado sufrir alucinaciones, como por ejemplo ver o escuchar cosas que no son reales, pueden ser crisis epilépticas. Todo depende del resultado que arrojen los análisis que se le hagan al paciente.
TRATAMIENTO. Todo depende del tipo de crisis que padezca el paciente. Si está en estado convulsivo constantemente se le aplica sedantes potentes para cortar el ciclo. Si la crisis son espaciadas se le recetan los anticonvulsivos como el Tegretol. También se puede llegar en casos extremos a la cirugía de la epilepsia, que consiste en operar de la cabeza al paciente para quitarles las neuronas dañadas causantes de las crisis.
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Epilepsia
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